Juan Román Riquelme, el dueño de la noche

En su primera vez en la cancha como “hincha” de Boca, apenas tres días después de anunciar su retiro, el “10” se sentó en la platea, recibió una ovación y atendió a la gente en el entretiempo.

Sin problemas, Román se quedó todo el entretiempo sentado en su lugar y firmó cada una de las cosas que le pasaron. (Fotos: Diego Berrutti)

29 de Enero de 2015 20:59
Pocas veces sucede que en un partido de fútbol se está más expectante de lo que pasa afuera que adentro de la cancha. Y mucho menos cuando en juego hay un lugar en la fase de grupos de la Copa Libertadores. Pero este miércoles fue un día de estos, porque desde el mismo domingo, cuando Juan Román Riquelme anunció su retiro y prometió estar en el Minella ante Vélez “como hincha”, la gente de Boca vivió expectante por el reencuentro con su ídolo, aunque sea desde la platea. Y el “10”, como hacía dentro de la cancha, manejó todos los tiempos, tuvo a todo el mundo pendiente de su llegada, desestimó a los que pensaban que iba a llegar temprano para quedarse con el protagonismo de la noche (que lo tuvo igual), entró con el partido ya empezado y se retiró cinco minuto antes del final, ovacionado, con todas las miradas encima, muchas sonrisas y el agradecimiento de todos los que pudieron alcanzarle una camiseta para firmar.
 
El clima en la previa era diferente al de todos los otros partidos del verano. Incluso, superior al de Boca – River, porque la llegada de Riquelme se robó la atención, tenía muchos condimentos, por lo que implica su sola presencia, si habría algún cruce con los dirigentes, y lo que podía pasar con la gente ante un resultado adverso. Sin embargo, nada de eso pasó, entró con el partido empezado y todos ya acomodados en el palco, se fue cinco minutos antes de que terminara y Boca se quedó con el triunfo, por lo que todo se vivió con normalidad.
 
Para los que pensaban que iba a ser “oportunista” y enfrentarse a la dirigencia, mostrándole que el hincha lo quiere más a él, Riquelme no buscó eso en ningún momento, aún sabiendo que si llegaba un ratito antes, con toda la gente esperándolo en la confitería y sin el encuentro comenzado entraba a la platea, el foco de atención iba a ser él. Sin embargo, no le quitó protagonismo a los jugadores y se dedicó a mirar el partido y festejar como hincha el golazo de Colazo, que bien podría haber sido de él, con un remate exquisito que se colgó del ángulo superior izquierdo de Sosa.
 
Lo más raro, fue que la ovación más estruendosa se dio cuando todavía no estaba en el estadio. Apenas minutos antes de salir los equipos a la cancha, el “Riquelme, Riquelme” bajó de todos los sectores de hinchas de Boca. Cuando ingresó, con el encuentro ya comenzado, las plateas fueron las que le endulzaron los oídos, mientras que desde la popular siguió el aliento para el equipo.
 
Acompañado por su hijo Agustín y su hermano Cristian, Román tomó mates y disfrutó el partido como un hincha más, aunque está claro que no lo es. Pero sí se puso en la piel de ellos y, en el entretiempo, se quedó los 15 minutos sentado, sacándose fotos con nenes, firmando camisetas, entradas, cualquier cosa que tenían a mano para acercarle y quedarse con el “gancho” del “10”. Incluso un muchacho se hizo firmar el brazo y desde ahí iba a un tatuador amigo para dejar la marca imborrable en su cuerpo.
 
Párrafo aparte para los que sacan la “argentinidad” en este tipo de ocasiones y, aprovechando su buena ubicación, hacen un negocio. Como un señor que recibía camisetas de las plateas que no tenían acceso a Riquelme, se las hacía firmar y “cobraba” el mandado, lucrando con el sentimiento y la pasión de la gente que daba todo para quedarse con el recuerdo del máximo ídolo, del último “10”, de Juan Román Riquelme, el dueño de la noche.

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